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domingo, 14 de abril de 2019

Adanismo feminista

El adanismo es la tendencia de quien comienza una actividad sin tener en cuenta los progresos que se hayan obtenido anteriormente o como si nadie la hubiera ejercido anteriormente. En las jornadas de Clara Campoamor que se celebraron el pasado 11 y 12 de Abril en la localidad madrileña de Fuenlabrada, se habló en varias ocasiones sobre el adanismo en el feminismo.
Mujeres jóvenes y no tan jóvenes que comienzan su activismo feminista y que se autodeclaran anti-capitalistas o anti-patriarcales, pero que rechazan el abolicionismo de la prostitución y vientres de alquiler, como si esta explotación y mercantilización de los cuerpos de las mujeres no tuviera que ver con el sistema patriarcal y el capitalismo neoliberal. No es lo único que ocurre con las mujeres que tienen un activismo y carrera feminista reciente; también el ignorar la existencia de mujeres feministas que llevan años con proyectos, asociaciones y plataformas feministas, cuya trayectoria anónima las hace invisibles para las nuevas generaciones feministas.
La historia feminista tiene casi 400 años de antigüedad; mujeres que lucharon y teorizaron la opresión de las mujeres, que se nombraron como el sujeto político del feminismo; para que ahora haya corrientes que no son feministas y sin embargo ocupan los debates y espacios feministas, como seria la teoría queer o el transactivismo. 
Pero también debemos hacer autocrítica las feministas radicales, una generación recién llegada que a veces tenemos un exceso de adanismo: idolatramos a referentes del feminismo radical de otros países e ignoramos que tenemos feministas en España que llevan años luchando por el abolicionismo de prostitución, pornografía, vientres de alquiler y género. Muchas de las nuevas generaciones ignoran, por ejemplo, que tenemos La Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución en España desde el año 2002, aunque llevan activamente desde 1994, así como feministas radicales que llevan años en la política con doble militancia, mujeres sindicalistas trabajando desde hace décadas para que los sindicatos tengan perspectiva feminista. 
Ignorar la trayectoria de millones de mujeres en el mundo y pensar que hemos descubierto el feminismo radical nosotras, que debemos ilustrar y educar a otras mujeres en el feminismo —dado que somos las únicas conocedoras del feminismo— es un tipo de adanismo en redes sociales que prolifera en los últimos años. 
En España nos encontramos en un momento histórico muy delicado, por un lado somos referente mundial del movimiento feminista y a su vez, el movimiento actual, está ignorando las vindicaciones feministas que aún no conseguimos convertir en derechos para las mujeres. Esto significa que las mujeres mas jóvenes tienen conciencia de clase frente a la violencia sexual, excepto en lo que respecta a la prostitución y pornografía, donde la conciencia de clase pasa al discurso neoliberal de la libertad de elección de los individuos. Gritamos que el patriarcado se va a caer, pero ignoramos las bases y raíz del sistema global que nos explota, violenta y oprime. 
¿Cómo es posible que seamos conscientes de que si tu novio o pareja te coacciona para mantener relaciones sexuales por chantaje o uso de la fuerza es violación, pero que las mujeres que son prostituidas lo realizan como una actividad profesional y no como una imposición patriarcal al sometimiento del cuerpo de la mujer?, esto también es adanismo feminista: ignorar que las primeras feministas, hará mas de 4 siglos, reivindicaban que la prostitución era explotación y violencia hacia las mujeres. En 1840, es decir hace casi 200 años, Flora Tristán denunció en Mujeres Públicas el funcionamiento de las redes de proxenetas y burdeles de Londres, una vindicación feminista que aún no hemos sido capaces de conquistar.
La redes sociales y el adanismo feminista, a veces impiden que las mujeres podamos trabajar activamente en proyectos comunes. La sensación de constante enfrentamiento en pensamientos y teorías nos genera un desgaste como individuos y más aún como movimiento. Si observamos, en ciertos círculos, pareciera que nos dedicamos más a enfrentarnos entre nosotras mismas, que a señalar el sistema patriarcal, poniendo más perfeccionismo en lo que nosotras hacemos o teorizamos que en trabajar conjuntamente en puntos estratégicos indispensables para la igualdad real de todas las mujeres. 
Nosotras realizamos un ciberfeminismo, creemos que las redes son una herramienta capaz de divulgar la teoría feminista, pero consideramos que las herramientas deben servir para construir, de nada sirven millones de mujeres con teoría feminista si luego no la ponemos en práctica.
Intentar empezar el movimiento de cero, a través de las redes sociales, es un desgaste catastrófico pues nos empuja al fracaso.
Este artículo lo escribimos para que reflexionemos sobre las dinámicas que estamos estableciendo en las redes sociales; las mujeres que consideran que el transactivismo sí es feminismo no son nuestro enemigo a combatir, en todo caso el peligro del transactivismo es que es mucho más complaciente con el sistema patriarcal, dado que perpetúa la existencia del género y elimina por completo la realidad material de las mujeres como sujetos políticos del feminismo. Por lo tanto, el sistema patriarcal y neoliberal tiende a favorecer política y socialmente las propuestas del transactivismo más que las del feminismo. Deberíamos pensar que si nosotras fuimos capaces de comprender los riesgos reales de que este movimiento se apropie de nuestra lucha, otras mujeres lo podrán comprender si de nuestra parte mostramos respeto y sororidad.
El transactivismo, al igual que el patriarcado, cuando considera que debe obtener lo que asume como propio legitima la violencia; mientras que, históricamente, el feminismo ha argumentado sus vindicaciones de forma irrefutable. Claro que hemos utilizado la violencia, pero nunca contra personas, siempre frente a la propiedad privada o pública. Necesitamos más teoría abolicionista de género que no se centre sólo en replicar o defenderse del transactivismo; la peor trampa del patriarcado es enredarnos en una tela de araña queer para desgastarnos en los objetivos claros.
Precisamente las mujeres más jóvenes caen el adanismo de defender el género disfrazándolo de interseccionalidad, con lo que el feminismo pasa a ser algo postmoderno y transgresor donde se olvida la explotación y opresión más antigua de la historia del ser humano: el patriarcado. El género es la imposición de los hombres de cómo deben ser y comportarse las mujeres, no lo que realmente es una mujer. Se defiende el género desde el feminismo, como si éste acabara de comenzar y como si fuera compatible con la esencialización de la performatividad del mismo en lo que ahora llamamos “identidades de género”. Como si el género fuera una elección que legitima que cualquiera que se identifique como mujer tiene cabida en el feminismo. De esa manera, como bien indicó Luisa Posada, exigir deconstruir el sujeto político del feminismo sólo le puede interesar al patriarcado, así como esta falta de interés de ser críticas con el género, como si no fuera un sistema que afecta a millones de mujeres, que por el solo hecho de nacer con un sexo determinado sufren las más terribles violencias.

No debemos olvidar que millones de mujeres necesitan que tomemos el relevo de sus proyectos y vindicaciones. Debemos informarnos por nosotras mismas sobre los proyectos feministas; seguramente —por experiencia—, podemos sentirnos perdidas o frustradas cuando nos acercamos a asociaciónes, asambleas o plataformas que tienden a defender ideas neoliberales como feminismo, por eso debemos informar sobre proyectos de feminismo en nuestras redes sociales que no sólo sean ciberfeministas sino que podamos acercarnos físicamente para trabajar en acciones. El postmodernismo, si algo sabe hacer, es convocar masivamente a mujeres desinformadas, utilizando todo tipo de espacios, asociaciones vecinales, partidos políticos, bares, eventos, manifestaciones, asociaciónes, asambleas, etc.. Mientras que el feminismo radical se encuentra a veces en una brecha intergeneracional y tecnológica: las recién llegadas desconocen a las veteranas y a la inversa, y de esta manera se ralentizan las estrategias comunes.

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