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miércoles, 14 de febrero de 2018

El cuento de la criada hace una advertencia aterradora, pero piratear el feminismo es igual de peligroso


Autora: Gail Dines
Artículo original: "The handmaid's tale" offers a terrifying warning, but the hijacking of feminism is just as dangerous

"Si bien “El cuento de la criada” advierte de una distopía feminista, “Hot girls wanted: turned on” muestra lo que pasa cuando permitimos que el patriarcado coopte nuestro movimiento"




La semana pasada salieron dos nuevas series que, a simple vista, parecen contar historias muy diferentes sobre las mujeres. La serie de Netflix Hot girls wanted: turned on (HGWTO) , producida por el mismo equipo que en 2015 produjo el documental Hot girls wanted, según han descrito varios críticos de los medios, adopta un acercamiento a la industria del porno con más matices que el documental previo, a base de mostrar cómo las mujeres pueden empoderarse tanto haciendo como interpretando porno.

Por otro lado, la serie de Hulu “El cuento de la criada” es una aterradora y “ficticia” descripción de una distopía patriarcal en la que las mujeres no pueden trabajar ni tener propiedades y sirven como criadoras, limpiadoras, cocineras o esposas trofeo. Las que resisten acaban siendo desterradas a vertederos tóxicos o algo peor. Atwood ha declarado muchas veces que su libro, en el que se basa la serie, no es “ficción” - se inspiró en cómo son tratadas realmente las mujeres en todo el mundo.

Así que aunque HGWTO pretende mostrar cómo podemos derrotar a los hombres en su propio juego, El cuento de la criada retrata cómo los hombres han sometido a las mujeres. Parece un fuerte contraste pero, en realidad, ambas series tienen un tema subyacente en común: que el auténtico rol de las mujeres es ser folladas. En HGWTO las mujeres son folladas para generar dinero; en El cuento de la criada, las mujeres son folladas para engendrar hijos. Ambas narrativas comunican una forma de determinismo biológico: que las mujeres son recipientes sexuales subordinados cuya principal función es satisfacer las necesidades de los hombres. En ambas series, son las mujeres quienes, en nombre de la sororidad, hacen el trabajo sucio de los hombres representando el papel de capataz que controla las vidas de otras mujeres.

En el primer episodio de HGWTO apareció la “pornógrafa feminista” Erika Lust explayándose con entusiasmo sobre cómo las mujeres tienen que adueñarse de su propia sexualidad convirtiéndose en pornógrafas. La historia que nos cuenta Lust es que, cuando las mujeres se ponen detrás de las cámaras, pueden crear películas “eróticas”, artísticas, que expresen las fantasías sexuales de las mujeres, a diferencia del porno mainstream, que se centra en hombres machacando los orificios de las mujeres. Este episodio fue elaborado cuidadosamente para explicar la historia de la liberación de las mujeres de la opresión patriarcal a base de empoderarse con el porno. Sin embargo, esta narrativa se aclaró rápidamente cuando vimos a lo que Lust realmente se refería con “porno feminista”.

La más bien peculiar idea de Lust de una convincente pelicula “erótica” para mujeres era representar una mujer pianista viviendo su fantasía de tocar el piano desnuda mientras le dan “placer”. De esta manera, Lust encuentra a Monica, una mujer que no sólo es pianista sino que está dispuesta a representar esta fantasía urdida por Lust. El problema es que Monica es nueva en el porno y no tiene ningún tipo de experiencia, mientras que Lust contrata a un actor porno maintream, lo que resulta en el habitual sexo degradante del porno – penetración con embestidas y tirones de pelo incluidos. Monica acaba la escena con evidente dolor y traumatizada, parece un ciervo paralizado frente a los faros de un camión que se aproxima. Pero recordad, esto es porno “feminista”, así que Lust, actuando de manera bien sorora, le da a Monica un gran abrazo y un vaso de agua para hacerla sentirse mejor. Y después le pide que finja un orgasmo para la escena final. ¡Muy a favor de la auténtica sexualidad de las mujeres!

Fue estomagante ver cómo Lust manipulaba y engatusaba a Monica para que hiciera esta película, y cómo mentía descaradamente al explicar que lo que hace es de alguna manera diferente de lo que hacen los hombres. A pesar de toda la palabrería sobre el valor estético y la sexualidad de las mujeres, HGWTO no es más que una astuta propaganda ideológica. Lust, igual que los hombres, se enriquece a costa de la explotación sexual de mujeres; a diferencia de los hombres, se envuelve en una bandera feminista como forma de diferenciar su marca en un mercado saturado. En el mundo de Lust, la sororidad es poderosa porque proporciona una máscara con la que poder prostituir mujeres en nombre del feminismo.

La hipocresía de Lust encajaría perfectamente en la República de Gilead, el país ficticio de El cuento de la criada. Las criadas son enviadas a una especie de campamento de entrenamiento patriarcal dirigido por las “Tías”, que les hacen el trabajo sucio a los hombres. Las Tías manipulan y engatusan a las criadas para que crean que están de su parte, las entrenan para que cumplan con su papel asignado por Dios - engendrar bebés. Por supuesto, si una criada desobedece, siempre hay a mano una práctica picana eléctrica que las Tías usan para conmocionar y someter a las criadas. Y cuando la criada cumple con su deber reproductivo, la Tía le da un abrazo sororo.

Ver ambas series evocó lo que Mary Daly llamó el “sádico ritual del síndrome del patriarcado”, en el que las atrocidades contra las mujeres son ritualizadas para invisibilizar la humanidad -y el sufrimiento- de las mujeres. Un elemento clave del ritual es una “obsesión con la pureza”. En el porno y en El cuento de la criada las mujeres son “lavadas ceremonialmente”, solo que de formas diferentes. El “baño” de Monica adopta la forma de un ser desplumada, depilada y moldeada por maquilladores y peluqueros que entre todos la convierten en una actriz porno hipersexualizada de aspecto genérico, con lo que borran su identidad y su individualidad. Las criadas, por otra parte, tienen que lavarse en una bañera y luego ponerse un traje ritual para la “ceremonia”, un término orwelliano para “ser violada por su amo”. 

Otro elemento clave en esta ritualización es el uso de mujeres como "torturadoras simbólicas" que, arguye Daily, a la vez exculpa a los hombres y enfrenta a las mujeres unas con otras. Lust y otras "pornógrafas feministas" hablan como si estuvieran produciendo material erótico para mujeres cuando en realidad las películas porno que crean sirven a la mirada masculina y al placer sexual masculino. Del mismo modo, las Tías con sus picanas eléctricas son las encargadas de primera línea, pero en la retaguardia hay una manada de hombres cargados con metralletas, dispuestos a matar a cualquier mujer que no cumpla con las normas. 

En una escena significativa de El cuento de la criada, la narradora nos dice que no puede confiar en nadie, incluidas otras criadas, porque podrían ser agentes del estado. A medida que la ideología neoliberal que lava la imagen de la industria del sexo llamándola empoderamiento sexual de las mujeres va diluyendo el feminismo cada vez más, tenemos que preguntarnos: ¿ha sido nuestro movimiento pirateado y colonizado hasta el punto de que se ha convertido en la criada del patriarcado?

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